Nuestra Iglesia, a lo largo de su historia, ha logrado convocar a muchas personas en los santuarios y fiestas religiosas, donde su tarea evangelizadora junto al mensaje de salvación no es solamente para algunos, los más instruidos o para los que se están recién iniciando en el camino de la fe, sino que es para TODOS.
Es precisamente en el Santuario de la Virgen Purísima de Lo Vásquez donde se congrega la mayor cantidad de peregrinos que año a año se acercan a la Virgen. Miles de personas se congregan en el Santuario como un lugar cultual y cultural que religa a vida del hombre con Dios.
Es punto de contacto entre lo santo y trascendente con lo humano e inmanente, entre Dios y el hombre; por eso, es lugar de mediación -a través del único Mediador, que es Cristo- entre lo divino y lo cotidiano.
Es lugar de la cultura de la emoción, como ocasión de renovar la opción de seguir viviendo, de resucitar para encontrarse con Dios, con la Iglesia, con su propia historia personal, que se hace visible con algo que nos caracteriza como cristianos en nuestra religiosidad popular: la peregrinación, que para nosotros adquiere un sentido especial.Tiene un sentido de ir-regresar, de salir. Un sentido penitencial, donde el peregrino devuelve con el esfuerzo de la peregrinación el amor que Dios le ha entregado o le ha concedido. El Santuario para el peregrino es un lugar de bienestar, lo siente su casa.
La experiencia de llegar al Santuario es vivida como la culminación de la peregrinación, que entendamos o no el sentido teológico. Hay una experiencia de dejar la propia tierra para ir al encuentro con lo divino.
Se llega al Santuario con toda una carga humana de sentimientos, de afectos, de emociones, de experiencias dolorosas y gozosas, en busca de paz y esperanza, de diálogo y convivencia fraterna con otros hermanos en la fe.